Descargan su furiosa violencia con lanzas y palos
cuatro jinetes de dorada armadura.
Escarnían la carne y desnudan los huesos ,
se ensañan en la herida y se resarcen en el sufrimiento.
Cuatro jinetes, cuatro
al galope en el aire fétido de la borrascosa y oscura mañana
pisoteando los inermes cadáveres de un enemigo eternamente derrotado.
Avanzan sin prisa por las yermas llanuras
a la espera del grito, del llanto desesperado.
No son un mal augurio, ni son mensajeros de ningún destino secreto,
ni tampoco ejecutan un plan tenebroso tejido por el mismísimo Diablo.
Cuatro jinetes, solo cuatro?
Se aventuran en el mundo a plena luz, en pleno día,
ya no temen ser arrasados por las hordas de hambrientos y miserables,
de ellos se elimentan, con ellos enarbolan sus harapientos estandartes de mercenarios y canallas.
Su intención y su justicia solo vale el peso de su oro,
su camino, la ignominosa ignorancia,
su misión, la pervertida miseria,
su justificación, la prepotencia y la fuerza,
y sus vestiduras, la mas infinita arrogancia.
